domingo, septiembre 14, 2003

Hace poco Betty nos preguntaba en las cinco del viernes cuando fue la última vez que te ilusionaste. Esta fue mi respuesta.

Hace poco descubrí un texto que explicaba la cosmología de la mayoría de leyendas y de las historias fantásticas. La conclusión final a la que llegaba era algo así como una frase que decía Fox Mulder en un capítulo de Expediente X. "Los sueños son respuestas a preguntas que no sabemos plantear" aventuraba el amigo Mulder ante la inquietante mirada de su compañera Scully.

En esa misma página te animaban también a crear tu propia leyenda, parábola o similar.

La mía es algo así...

· La historía está llena de cosas así. Nunca sabremos si son verdad o son mentira. Pero a nosotros los mortales nos sirven para hacer de nuestra vida un transito más llevadero. Os preguntareís que hago yo, un joven de aspecto tan viejo, que ni siquiera puedo mantenerme en pie sin la ayuda de alguien, o de este condenado bastón.

Yo he visto la felicidad. Yo fui feliz. A lo largo de mis escasos treinta años sé que era feliz. Sabía que era feliz, pero buscaba a mi alrededor y no encontraba más gente feliz.

Decidí que no podía ser el único con ese don y me dispuse a compartirlo. Guardé mi felicidad en cinco pequeños frasquitos. Alegría, animos, cariño, comprensión e ilusión.

Os preguntareís, que hace un extraño en vuestro pueblo, interrumpiendo vuestro rato de ocio en la taberna, dándoos este discurso. Lo cierto es que ni siquiera yo lo sé. Os decía que yo era feliz, y que guarde mi felicidad en cinco frasquitos.
No quiero aburriros contandoos mis penurias. Deje el frasquito de la ilusión escondido bajo un arbol y con los otros cuatro abandone mi casa, mi tierra y mis riquezas por llevar la felicidad allá por dónde yo pasara.

Mi primera parada me llevó a una villa pequeña. Una extraña enfermedad había acabado con todos los niños. Hizo falta todo el contenido del frasco de alegria para que las calles volviesen a tener ruidos, los colores volviesen a las vestimentas y la gente pensase que había algo más que el presente y que merecía la pena luchar por ello.

Tras pasar un tiempo allí, un viajero me trajo noticias de una pequeña ciudad, al norte de donde me encontraba. Las traiciones, los asesinatos, la corrupción y el egoismo había creado una petina gris sobre ella. Mis pasos se encaminaron hacia la ciudad, disfrutando de la compañia del viajero.

En las pocas jornadas que necesitamos para recorrer la distancia que separaba al pueblo de la alegria de la ciudad de las miserias, este viajero me contó la historia de su vida. Era una historia triste, tan triste como la luz del sol que se esconde entre las nubes un día de lluvia. Me contó como su mejor amigo le robo, le arranco de su familia y le obligó a iniciar una nueva vida lejos de su ciudad natal.

Ese era su proposito cuando inicio el viaje. Le di unos sorbitos de las botellas que me quedaban. Un sorbito de cariño mezclado con un poco de comprensión y endulzado con un chorrito de animos. Los efectos fueron casi inmediatos. Su cara era distinta, la vida parecia tener otro color, lejos del ceniciento gris, y hasta sus ojos adquirieron brillo.

Ese brillo y su sonrisa es lo último que recuerdo haber visto de él antes de que un accidente pusiera fin a su vida antes de llegar a la ciudad que esperaba su nueva vida.

Veo que les interesa mi historia. Me alegra tener su atención. A mi llegada a la ciudad, esta era un caos. Poco a poco el contenido de las cuatro botellas se vació, pero no conseguí mi proposito. No logre hacer feliz a nadie.

Desencantado, con el cuerpo ceniciento y marchito regrese a mi antigua casa buscando el descanso. Antes de cruzar el umbral visite el árbol donde tenía la quinta botella.

Cuando la cogí no podía creer lo que estaba viendo. La botella estaba intacta, pero el contenido se había evaporado. Regrese a lo que antes era mi hogar pero mi estancia no fue larga. Mis cinco años de viajes intentando llevar la felicidad me habían convertido en un extraño.

Partí y recorro las caminos desde entonces. A veces me detengo en posadas como esta y cuento mi historia a los que quieren escucharme. Ahora soy yo quien busca la felicidad o al menos llenar alguno de los frasquitos que tengo vacios aqui en mis bolsas.

Mirad pequeños, no temaís. Este es el frasquito de la ilusión, el que estaba escondido junto al árbol. Tal vez algún día pueda estar lleno de nuevo.

Eso es facil contestó uno de los pequeños.

Se levantó. Cogió el fragil recipiente entre sus dedos y lo lleno del agua de una jarra. Acercándose lo puso entre las manos del viejo.

Una lagrima cayó por sus mejillas rebosando el contenido del frasco. El brillo volvió a sus ojos, el color a su pelo, la sonrisa a sus labios. Esa fue la última vez que fue feliz.


Esta es la historía del viejo y del frasquito de la ilusión. El mismo frasquito que se me ha caido al suelo, esparciendo el poco contenido que quedaba por las baldosas de mi habitación.

Una canción: Un charquito de estrellas (Alejandro Sanz)

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